El primer rockstar de la historia
- Francisco Moreno Rodríguez
- 4 sept
- 3 Min. de lectura
Antes de que Hendrix prendiera fuego a una Stratocaster o que Ozzy mordiera un murciélago, ya había un tipo al que llamaban endemoniado por su forma de tocar. No tenía amplis, ni luces, ni groupies con camisetas mojadas: tenía un violín. Y con eso bastó para convertirse en el primer rockstar de la historia.
Su nombre: Niccolò Paganini.
Año de nacimiento: 1782.
Lugar: Génova, Italia.
Sospecha popular: Venta de su alma al diablo.
El violinista poseído
Paganini no era solo bueno: era tan obscenamente virtuoso que la gente de su tiempo se cagaba de miedo. Literal, había rumores de que en sus conciertos se veían llamas, sombras con cuernos y hasta el diablo afinándole las cuerdas. Y sí, el hombre parecía sacado de una novela gótica: alto, flaco, cara de muerto viviente, dedos larguísimos que parecían tentáculos.
Aquí está lo jugoso: mucho antes de Robert Johnson y su cruce de caminos en los 30s, ya existía la leyenda del pacto con el diablo en Paganini. La idea de que un músico podía tocar como un dios solo porque había vendido su alma al infierno nació con él. Paganini fue el primer “hijo del diablo” de la música, y Johnson solo tomó la estafeta un siglo más tarde en el blues.
Los Caprichos: shred del siglo XIX
Entre 1802 y 1817 compuso sus 24 Caprichos para violín solo. ¿Qué son? Básicamente los Guitar Hero del violín.
Saltos imposibles.
Pizzicatos con la mano izquierda.
Cambios de cuerda a velocidad satánica.
Y el Capricho 24, la joya: una pieza de variaciones tan loca que hasta hoy sigue siendo el Everest de los violinistas.
Ese mismo capricho inspiró a Liszt, Brahms, Rachmaninov… y dos siglos después a guitarristas shred como Yngwie Malmsteen y Steve Vai. Sí, cuando ves la batalla de Vai contra Ralph Macchio en Crossroads, estás viendo a Paganini reencarnado en guitarra eléctrica.
Sexo, apuestas y escándalos
Porque claro, no podía ser rockstar sin drama. Paganini era un adicto al juego, a las mujeres y a los excesos. Su vida era un escándalo continuo: conciertos descomunales, deudas, rumores de enfermedades venéreas y más apuestas que un casino de Las Vegas.
Murió en 1840 en Niza, flaco como un cadáver andante, y tan “maldito” que la Iglesia se negó a enterrarlo en sagrado. Al final, tras décadas de polémica y súplicas de su familia, el papa Pío IX concedió permiso en 1876 para que sus restos fueran enterrados en el Cementerio de la Villetta, en Parma, Italia.
Vamos contextualizando, cuando hablamos de “shred” pensamos en guitarristas quemando trastes a la velocidad de la luz. Pero dos siglos antes, Paganini ya lo había inventado con sus Caprichos.
Un Capricho es una pieza corta, libre y endemoniadamente difícil, diseñada para mostrar técnica. Paganini hizo 24, y el número 24 es básicamente el “padre” del shred: variaciones veloces, saltos imposibles y puro virtuosismo.
Lo que hoy hacen guitarristas como Yngwie Malmsteen o Steve Vai con guitarras eléctricas, Paganini ya lo hacía con un violín en el siglo XIX.
Lo que dejó es simple: antes de él, el violín era elegante, aristocrático, educado. Después de él, era un arma de destrucción masiva. Paganini inventó la figura del “virtuoso poseído”. Y el rock, dos siglos más tarde, solo copió el molde.
Así que cuando alguien te diga que el rock empezó en los 50’s con Elvis o que la leyenda del pacto diabólico la inventó Robert Johnson, recuérdales que Paganini ya estaba vendiendo su alma en el siglo XIX… y lo hizo con un violín en la mano.
Caso cerrado.
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