El Juicio Final del Heavy Metal (con Jaco en mi voz)
- Francisco Moreno Rodríguez
- 10 jul
- 3 Min. de lectura
Hoy no les escribo como yo. Les escribo en memoria de mi hermano, y como lo habría dicho él. Hoy me pongo sus botas —pesadas, firmes, llenas de historias— y trato de usar su voz. La voz de Jaco. Porque si él hubiera escrito sobre lo que vivimos el 5 de julio, no habría espacio para adornos, ni nostalgia cursi.
Hubiera empezado así:
Mira, cabrón...Esto no fue un concierto. No fue un adiós. Fue un ritual. Un tribunal final. Un funeral cargado de riffs, gritos y lágrimas de miles de almas negras que sabían que estaban presenciando la última misa negra del Heavy Metal.
El Príncipe no muere, el Príncipe arde
Ozzy no subió al escenario. Ozzy descendió del infierno una vez más.
A los 76 años, con el cuerpo traicionado por la enfermedad, el alma aún intacta, Ozzy Osbourne no pidió permiso. Se sentó en su trono como un emperador maldito y nos dio lo que nadie más puede dar: Verdad. Ruido. Metal.
¿Que no canta igual? Claro que no ¿Pero cuándo carajos el Metal fue sobre la perfección?
Ozzy no fue perfecto. Fue auténtico. Fue brutal. Fue la voz de todos los que alguna vez se sintieron rotos y encontraron fuerza en el ruido.
Black Sabbath: el Génesis profano
Ahí estaban. Lommi. Butler. Ward. Ozzy. La alineación original. La alineación fatal. La que inventó todo.
Los dioses del trueno, reunidos en el lugar donde nació la tormenta, Birmingham.“War Pigs” no sonó, retumbó como sentencia.“Iron Man” fue una declaración de eternidad. Y “Paranoid” cerró el círculo como el grito de una humanidad rota, ansiosa, viva.
Ese día la historia del Rock se cerró. Y el mundo fue testigo.
Jaco, mi hermano del trueno
Hace siete años se fue el Jaco. y ahora entiendo, no lo enterramos, lo dejamos resonando en cada riff, cada distorsión, cada estrofa maldita de esta realidad, tal como nos enseño hace unos días Ozzy.
Ese día, mientras Ozzy cantaba Mama Im coming home por última vez, yo sentí que estaba junto a mí. Con una cerveza, su playera negra, su vinnie en la cabeza y su barba despeinada con su voz diciendo:
“Este cabrón lo logró… Se va como un dios. Como se debe se va como el puto amo”
Este artículo no lo escribo solo por Ozzy. Lo escribo por El Jaco, por ti, por mí, por todos los que encuentran en la música un hogar que no se derrumba.
Que hablen los aburridos
Vendrán los mediocres. Los de “ya está viejo”, “Ozzy da pena”, “qué necesidad”.
Que vivan en sus cielos insípidos, llenos de baladas tibias y finales educados.
Acá, en el infierno de los verdaderos, sabemos que morir rugiendo vale más que vivir en silencio. Ozzy no pidió permiso. Ozzy no se fue. Ozzy se inmortalizó.
Más de 5 millones lo vieron online. 45 mil lo vivieron en carne. Pero los que lo entendimos de verdad fuimos menos.
Fuimos los que supimos que estábamos presenciando algo irrepetible: El fin de una era. El funeral del último profeta del metal. Y al mismo tiempo…El renacer del fuego.
Porque **mientras alguien grite “Sabbath!” con el puño en alto, Ozzy vive. Mientras alguien encienda un ampli y toque “N.I.B.” con los ojos cerrados, Jaco también. Y mientras haya quienes lloran con una guitarra distorsionada, el Metal jamás muere.
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