La Base Dulce: ¿Aliens, túneles secretos y experimentos genéticos… o solo desinformación bien dirigida?
- Francisco Moreno Rodríguez
- 12 jul
- 3 Min. de lectura

En algún lugar bajo el Archuleta Mesa, en la pequeña localidad de Dulce, Nuevo México, se dice que existe una base secreta donde humanos y extraterrestres colaboran en experimentos genéticos, control mental y manipulación biológica. Lo que suena a guion de serie noventera de ciencia ficción es, para algunos, una verdad oculta por el gobierno de Estados Unidos. Para otros, incluido quien escribe esto, es más bien un ejemplo de cómo la desinformación, el miedo y el mito se mezclan para crear leyendas modernas.
Todo comenzó con señales: Paul Bennewitz y el nacimiento de la paranoia
En 1979, Paul Bennewitz, un empresario de Albuquerque con acceso a equipos electrónicos avanzados, afirmó haber interceptado señales de origen no humano provenientes de las inmediaciones de Dulce. También investigó casos de mutilaciones de ganado, un fenómeno que ya había causado alarma en comunidades rurales de EE.UU. La combinación fue explosiva: una supuesta instalación subterránea donde los extraterrestres no solo estaban presentes, sino que controlaban parte de la instalación con fines oscuros (Wikipedia – Dulce Base).
Lo que no se dijo en ese momento es que, según varios investigadores, Bennewitz habría sido víctima de un programa de desinformación por parte de la Fuerza Aérea de los EE.UU., diseñada para desviar su atención de operaciones militares reales y sensibles. Autores como Mark Pilkington han documentado cómo el oficial Richard Doty —conocido por infiltrar círculos ufológicos— habría alimentado deliberadamente las creencias de Bennewitz (Wikipedia – Paul Bennewitz).
Del mito local al bestiario conspiranoico
La historia de la Base Dulce no se quedó ahí. En los años 80, John Lear, hijo del inventor del avión Learjet y figura importante en el mundo ufológico, afirmó tener confirmación de la existencia de la base. Poco después, el nombre de Phil Schneider entró en escena.
Schneider se presentó como un ingeniero que, según él, trabajó en la construcción de la base y fue herido en un enfrentamiento armado contra extraterrestres en 1979. Afirmaba que la base tenía siete niveles subterráneos, y que en los más profundos se realizaban experimentos con humanos y criaturas híbridas. Incluso mostraba una cicatriz como supuesta prueba del tiroteo (The Sun).
Lo curioso es que ninguna de estas afirmaciones ha sido confirmada por documentación, testigos independientes o imágenes confiables. Todo el caso se sostiene en testimonios orales y piezas fragmentadas que —a falta de pruebas— terminan reforzando el mito para quienes “ya creen”.
Ciencia ficción con sabor a guerra fría
Para entender el contexto, hay que recordar que en los años 60 y 70 se desarrollaban proyectos reales como Project Plowshare y Gasbuggy, que buscaban usar explosiones nucleares subterráneas con fines civiles (como la excavación de túneles). De hecho, la zona de Dulce fue parte de esos experimentos, lo que da un piso “técnico” a algunas de las especulaciones más exageradas.
Por si fuera poco, existe tecnología documentada como el Subterrene, un aparato desarrollado por el Laboratorio Nacional de Los Álamos, diseñado para fundir roca y crear túneles. Aunque estos avances son reales, extrapolarlos hacia instalaciones gigantes con alienígenas sin pruebas es —como mínimo— cuestionable.
Investigadores locales: nada de aliens, pero sí algo raro
Uno de los pocos investigadores con acceso real al área fue Gabe Valdez, oficial de la policía estatal de Nuevo México. Valdez investigó los casos de mutilación de ganado y afirmó que había rastros de equipos sofisticados y tranquilizantes, pero no vio evidencia alguna de actividad extraterrestre.
Su hijo, Greg Valdez, escribió un libro titulado Dulce Base, donde argumenta que los experimentos sí existieron, pero fueron de origen humano y probablemente relacionados con proyectos militares secretos, no con extraterrestres (Wikipedia – Gabe Valdez).
Desinformación, trauma y tecnología: un cóctel explosivo
En retrospectiva, la historia de la Base Dulce parece menos una historia de ciencia ficción y más una metáfora del miedo postguerra fría, amplificada por actores bien intencionados, otros mal informados, y algunos con claras intenciones de manipular.
El caso Bennewitz es ahora estudiado como un ejemplo claro de cómo la desinformación puede afectar profundamente a una persona. Paul terminó con problemas de salud mental y falleció en 2003, convencido hasta el final de que estaba siendo espiado por seres no humanos.
Entonces… ¿existe la Base Dulce?
Sí: existe como mito, como símbolo, como creencia colectiva alimentada por medios sensacionalistas y errores oficiales. Pero como base física habitada por aliens grises que colaboran con científicos militares… no hay absolutamente ninguna prueba.
Y sin embargo, la historia no muere. Porque las buenas leyendas —como los buenos cuentos— siguen viviendo mientras alguien crea en ellas.
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